lunes, 15 de octubre de 2012

Fuego.

Que si me tocas me enciendo y si te alejas me quedo como un cubo de hielo. Derritiéndome poco a poco.
No te pedí la Luna, sólo que me prometieses que la íbamos a ver esconderse juntos. 
Dame la mano y quémate, suéltame y siéntete culpable, siéntete responsable de mi caída, porque con tu mano en la mía seguiría en pie. 
Lo podemos tener todo o nada; podemos decidir si estar arriba o abajo; quedarnos o irnos lejos, donde no alcanza la vista. 
Decide, ahora o nunca. Se nos acaba el tiempo y seguimos aquí, desnudos, esperando a yo que sé qué. A que se esconda la Luna, por ejemplo.



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