martes, 13 de noviembre de 2012

Martes13.

"¿Y ahora qué?", pienso mientras me miro al espejo, llena de lágrimas, tras haber recibido la peor noticia que podían darme. Él se ha ido, pero yo me quedo, siguiendo mi camino sin él al lado, pero tan presente que casi puedo tocarle si cierro los ojos.
Todos nos hemos preguntado alguna vez "¿Que pasará, que haré cuando se mueran?". Y sí, hablo de los abuelos. Personas capaces de decirte miles de veces que tengas cuidado, que como has crecido, que toma 5€ para una coca-cola. Que qué guapo estás.  Te lo preguntas, te respondes y te olvidas. El dolor que se siente cuando pasa no es comparado a nada, ni al peor desamor. Ese pinchazo en el corazón que indica que nunca más podrás abrazarle, o simplemente sentarte a su lado en el sillón y escuchar atentamente sus historias de cuando era joven.
Que malo es el tiempo y que rápido pasa. Desde mis primeros pasos hasta los últimos, los tuyos. El brillo de tus ojos azules al mirar los míos. Lo guapo que eras de joven y como lo seguías siendo hasta hace nada. Tu manía de quedarte dormido viendo la tele y despertarte si te quitaban el canal que estabas viendo. Tu amor por la música. Tu amor por el baile. Tu amor por la pintura. Pero sobre todo, tu amor hacia nosotros, hacia la abuela, que no se queda sola, que estamos ahí para cuidarla.
"-¿Por qué lloras, abuelo? +Porque eres preciosa, y esos ojos azules no merecen estar tristes y menos llorar". Gracias a esa frase, gracias a ti dejé de estar en la sombra, y ahora no pienso volver a entrar en ella. Por ti.
Aquí estarás conmigo, en cada foto, en cada recuerdo, en mi cabeza, en mi pecho. Para siempre, porque las despedidas no me gustan y me niego a que esto lo sea.



Te quiero.

2 comentarios: